Existen en Lora varias versiones del cuento de “La Zorrita Canchalera”, siempre orales y transmitidas de abuelos a nietos, de padres a hijos; pero ninguna que sepa el autor, D. Rafael Morales de las Heras, ha sido escrita.

Esta versión que el autor recoge es la escuchada a sus mayores, y fue publicada en la Revista de Reyes 2006 de Lora del Río para constancia escrita de este cuento, conocimiento y disfrute de los niños y mayores (¿por qué no?) y, sobre todo, para que no se pierda.

Era una fría y húmeda mañana de otoño. Y bajo una fina lluvia salieron como todas las mañanas a buscarse la vida los dos amigos protagonistas de esta historia: una zorrita y un lobo; que, haciendo equipo, eran el terror de todos los gallineros de nuestra sierra.

Hartos de dar vueltas aquella fría mañana y sin nada que llevarse a la boca, el hambre empezó a apretarles el estómago, cuando un fino y exquisito a olor a migas les levantó el sentío. Acampaban por allí unos pastores con un rebaño de ovejas, y el encargado de las viandas estaba preparando un gran perol de migas con todos sus avíos, y a la zorrita y al lobo se les hizo la boca agua.

Fue entonces cuando la zorrita tuvo una genial idea:
-Cuando el pastor termine de hacer las migas y vaya a avisar a los otros para venir a comer, tú te vas detrás de él y mientras yo escondo el perol; pero, avísame con tiempo de que vuelven para que no me vayan a coger con las manos en la masa, que es lo mismo que decir con las patas dentro del perol.

Y esa fue la tentación que le dio a la zorrita (que por eso le dicen zorros a aquellos de los que no te puedes fiar) porque con una pata cogió el rabo del perol, aunque se achicharrara, y con otra la paleta; y aunque se le saltaran las lágrimas de lo que todavía quemaban, de una sentá se comió las migas, sin esperar a compartirlas con su compañero.

El lobo, ahogaíto perdío, llegó corriendo y gritando:
-¡Que vienen! ¡Que vienen!

Y se encontró a la zorrita en el suelo, que había que verla con la barriga hinchada, y ese perol más limpio que los chorros del oro. Y gritando, mitad espantado y mitad cabreado, decía:

-Pero… ¿Qué pasa aquí? ¿Qué te ha pasado? ¿Dónde están las migas?

La zorrita, zorra y más que zorra, gritó al lobo:
-¡Tonto, más que tonto! ¿Dónde has estado? Que dos pastores han venido, se han llevado las migas y me han dado un palizón que no me han dejado ni un hueso sano. ¡Y mira la barriga cómo la tengo de hinchada! No puedo ni moverme. Llévame por favor a mi madriguera.

El pobre lobo, ahogadito, mojado, helado, hambriento, con el disgusto de ver cómo habían volado las migas y viendo en las malas condiciones que había quedado su amiga, con lágrimas en los ojos cargó con la zorrita en su lomo. Y como pudo, la fue llevando a su casa.

No conforme la zorrita, con la faenita hecha a su amigo, se puso a cantar:

La Zorrita Canchalera,
harta de migas, va caballera.

-¿Qué dices? –preguntaba el lobo, con el poquito aliento que aún le quedaba en su cuerpo.

-Que estoy muy malita –le contestaba la zorra.

La Zorrita Canchalera,
harta de migas, va caballera.

Repetía la muy ladina, y el pobre lobo le decía:

-No te quejes más que se me rompe el corazón, que ya mismo llegamos a tu madriguera.

Moraleja: “¿Amigo?… Amigo, que no hay amigo, que el más amigo la pega, que no hay más amigo que Dios y un duro en la faltriquera”.

Cuidado con los tunos, que los tunos nos comen, antes y ahora. No haced nunca lo que hizo la zorrita, que fue una egoísta y una mala amiga. Sed leales y bondadosos como el lobo, pero no dejaros engañar por vuestro mejor amigo… Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Deja una respuesta