Extraído del libro Apuntes Históricos y Leyendas de Villanueva del Río y Minas de D. José José Hinojo de la Rosa

<<Cada año con la llegada de la primavera el entorno de nuestro pueblo, debido a la benefactora lluvia, se reviste de un variado colorido, causado por esa gran explosión de vida vegetal que cubre nuestros campos, creando en el ambiente un conjunto de bellas tonalidades que invitan a perpetuarlos, bien sea a través de una fotografía o pintura.

Fue un día del mes de abril cuando, paseando para disfrutar del paisaje, me adentré andando junto al caudal de agua del arroyo Tamojoso, que en estas fechas corre con vocación de río, ya que aumenta considerablemente su corriente. Llevaba por compañía a esa gran y desinteresada amiga del hombre que es mi perra Nora, que se deleitaba zambulléndose en las cristalinas aguas del arroyo. Caminando por la orilla, con mi cámara de fotos en la mano y un bloc de dibujo para tomar apuntes del paisaje en el bolsillo, al llegar a la altura del regajo de la Rata Madre, me dirigí en su dirección para beber de sus benefactoras aguas. Lejos del ruido de la población, en aquel entorno, donde tan sólo escuchaba el correr del agua, el canto de los pájaros y el murmullo del viento acariciando el pinar, me senté debajo de la higuera que hay junto a la fuente. Cuando estaba más relajado y abstraído, aspirando ese aroma tan peculiar de nuestro campo, producido por la polinización de los árboles y flores de la hermosa naturaleza, distrajo mi atención los sonidos emitidos por mi perra, que aullaba al escuchar el silbido producido por el viento a través de los árboles. Era como si se tratara del lamento de muchos seres humanos; me invadió un gran escalofrío, haciéndome recordar una historia que me contó mi abuelo en mi niñez.

Aunque alrededor de esta fuente se tienen noticias de que hace casi dos mil años ya había una población, beneficiándose de las vetas de carbón que afloraban a la superficie, tal como lo demuestran las escorias de fundición de mineral, y los restos de cerámica de la época romana tardía que aparecen en el entorno. Fue posiblemente en el siglo pasado cuando ocurrieron los hechos a los que me voy a referir, ya que las noticias son tan escasas que no me atrevo a dar una fecha exacta de los mismos.

De todo el mundo es sabido que este maravilloso y tranquilo paisaje del Pinar de San Fernando no siempre fue así, hubo un tiempo en el que había una gran actividad producida por las explotaciones de los pocitos de carbón, alterándolo todo.

Cuentan que, a causa de la gran demanda de carbón que había, a falta de mano de obra y debido a que la población de los pueblos limítrofes que trabajaban en la extracción era escasa por ser labor de gran dificultad y peligro para la salud. Decidieron los dueños de los pozos buscar mano de obra barata, para ello trajeron gran número de negros que, casi en esclavitud, vivían en chozas de manera infrahumana, cerca de la Fuente. Eran explotados al máximo, las jornadas laborales duraban casi doce horas en condiciones de peligro constante, ya que la seguridad de los pozos ofrecía pocas garantías para las personas por falta de entibación y ventilación. Todo el trabajo se efectuaba de forma manual, siendo el carbón porteado a hombros hasta el exterior.

De entre la colonia de negritos destacaban cinco hermanos por su ejemplar comportamiento humano. Debido a su fuerte constitución física, no tenían pereza para ayudar a los más débiles en las peonadas diarias. La madre de los cinco jóvenes nunca quiso abandonar a sus hijos. Vivía en una choza junto a ellos, a los que cuidaba con la mayor dedicación posible; aunque los víveres eran escasos, ella siempre se valía de maña para apañar algo de alimento para sus hijos, ya fuera buscando o trabajando en el campo, o servicio doméstico sin límite de horas, se dedicaba a acarrear con un cántaro a la cabeza el agua de la fuente a todos aquellos que se lo solicitaban, a cambio de algún dinero o alimento. Dada la manera de roer y arañar por conseguir alimentos para sus hijos, cariñosamente era conocida por el apodo de la Rata Madre.

¿Quién no ha oído hablar entre los mayores de nuestro pueblo minero de la tragedia del pozo de los negritos?

Debido a las malas condiciones en que se efectuaban las explotaciones de carbón en dicho pozo hubo un gran hundimiento, dejando sepultados a gran cantidad de trabajadores negros. El número exacto de muertos no se sabe con seguridad, barajándose cifras alrededor del centenar, lo cierto es que estas personas dejaron su vida en las entrañas de la tierra casi sin apenas auxilio. Dicen que dos de los cinco hermanos negritos quedaron sepultados y que los tres restantes perecieron al intentar rescatarlos.

De la madre nunca más se supo; hay quien asegura que, desesperada, se arrojó al pozo donde desapareció entre las aguas subterráneas, que absorbieron su eterno llanto, y que a la fuente se le llama Rata Madre porque las aguas que emanan son las lágrimas de una madre y que no se extinguen ni en los años de mayor sequía.

Cuando volvía de regreso de mi paseo el murmullo del viento en los árboles del pinar me hizo reflexionar sobre el anonimato de aquellos seres que, con su vida, forjaron una parte de la historia de nuestro pueblo.>>

Deja una respuesta