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Charcos del Infierno hay muchos repartidos por la geografía española. Pero, en concreto, éste se haya ubicado en el término de Lora del Río, en la carretera antigua que lleva a la Puebla de los Infantes. El Charco en sí no es otra cosa que un cañón excavado en la roca por la que discurre el arroyo Guadalvacar, a unos kilómetros de su desembocadura en el Guadalquivir. Dicho cañón es salvado por un puente a gran altura.

Cuenta la leyenda que en el siglo XIX, o tal vez fuera el XVIII, dicho puente estaba construido en madera. Cuenta también que en una noche de tormenta no se le ocurrió otra cosa a un bueyero que cruzar dicho puente con su carro totalmente cargado de grano. El puente se vino abajo, arrastrando bueyes, bueyero y carga, perdiéndose en la profundidad del río del que no volvieron a salir. Y cuentan las gentes que tras vanos intentos de encontrarlos, se procedió a medir el fondo del cañón, faltando cuerda. La tradición popular añade que no salieron porque el bueyero no era un buen hombre y la profundidad llevaba hasta las mismas puertas del infierno.

Localización: Carretera Antigua de la Puebla de los Infantes

El cañón en el que se enclava el lugar objeto de la leyenda contaba con un puente de madera. El cuento popular surge cuando, quizás en el siglo XVIII o XIX, en una noche de tormenta, un bueyero tuvo la idea de cruzarlo a toda costa, cayendo bueyero, bueyes y carga al vacio. Se perdieron todos en el Río Guadalvacar, que desemboca en el Guadalquivir. Nunca se encontró ningún resto después del accidente. En las labores de búsqueda se procedió a medir la profundidad del río, faltando cuerda. La tradición popular añade que no salieron porque el bueyero no era un buen hombre y la profundidad llevaba hasta las mismas puertas del infierno. La relación con el río viene dada por la incorporación como parte esencial de la leyenda de un cauce fluvial que forma parte de la cuenca hidrográfica del Guadalquivir.

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