Extraído del artículo “Los bandoleros, héroes populares”
por José Hinojo de la Rosa (2005)
<< Juan me contó historias de algunos que por su edad no llegó a conocer; en cambio, con otro aseguró haber hablado en más de una ocasión, con el apodado «Chato de Malcocinado».
También me habló del llamado popularmente, «El Bueno», debido a las muchas obras de caridad que ejercía, que vivió a mediados del siglo XIX, y tenía su campo de operaciones por toda la comarca; tras larga vida dedicada al bandolerismo tuvo la mala fortuna de ser capturado y encarcelado; antes le dio tiempo de dejar oculto y enterrado con su trabuco, el fruto de su último atraco (unos treinta mil duros en monedas de oro), con el objeto de recuperarlo cuando saliera de la cárcel. Al ver que transcurrían los años e iba envejeciendo y enfermando, antes de morir le comunicó a un sobrino que en cierto lugar cerca de la Mesa Redonda en Villaverde, tenía escondido su tesoro. Aunque en dicho sitio, hay huellas por todas partes de haberse hecho excavaciones, nunca se ha sabido si llegaron a encontrar el botín.
Otro de los personajes que Juan me contó que existió y estuvo por la comarca, a principios del siglo XX, fue el llamado «Jabato» por su habilidad para camuflarse. Este singular bandolero casi siempre actuaba sólo; para ejecutar los atracos, tenía la costumbre de amparare en la oscuridad de la noche, aprovechando su sombra y acusados contrates. Empleaba para sus asaltos unos muñecos del tamaño de una persona, a los cuales vestía y dotaba de todos los accesorios y armamentos que completan la vestimenta de un bandolero. A estos los colocaba en lugares estratégicos, las zonas de Las Calderas o puntos adecuados para sorprender a sus víctimas. Producido el asalto, los asustados viajeros pensaban que estaban rodeados de una nutrida banda de malhechores, aunque sólo oyeran la voz del capitán de ellos, es decir, del Jabato. Una vez estos reemprendían el viaje, éste se apresuraba a hacer desaparecer rápidamente toda clase de pistas que pudieran delatar su estrategia. En una ocasión en la que descubrieron el truco, fue perseguido por una escolta y abatido a tiros en un paraje de la sierra de Constantina, donde un pastor, relacionado con la familia Aranda, encontró su cuerpo. Hay quien comenta que a dicho pastor se le reconoció desde entonces ser poseedor de un rico capital, sospechándose que dicho dinero fue encontrado junto al cadáver del bandolero.
Según me comentó Juan, fue en el pueblo extremeño de Malcocinado, en la provincia de Badajoz, don nació el bandolero apodado «El Chato Malcocinado». Sus andanzas por la Sierra surgieron después de la Guerra Civil Española, los motivos de su huida fueron políticos. A los bandoleros que eran contrarios al régimen franquista se les llamaba «maquis». Se dedicaba a la captura, por toda la comarca, de personas adineradas por las que pedía grandes rescates; concretamente, en Cazalla de la Sierra prendió a Don Domingo Gómez, hermano del entonces Ingeniero Director de Villanueva del Río y Minas, Don Manuel Gómez, el cual tuvo que pagar para la libración de su hermano doce mil duros. La muerte del bandolero tuvo lugar en una emboscada, preparada por un agente del Gobierno, en una fuente existente en el término municipal de Alanís, donde fue abatido a tiros. >>