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Leyenda recogida por D. José Hinojo de la Rosa:

<< Muchos eran y son los caminos que conducen a un centro o lugar de culto religioso, así ocurre con los caminos que va a Roma o a Santiago. El peregrino llega hasta ellos con el deseo de buscar una fuente donde descansar o poder saciar su sed. Los caminos que conducían a finales de la Edad Media hasta nuestro Cerro de la Encarnación eran varios. Allí hubo una ermita dedicada a la Virgen María bajo la advocación de Ntra. Sra. De Monte Horcaz, también llamada de la Encarnación. Los peregrinos acudían desde distintas poblaciones de la Comarca por distintos caminos como ya hemos dicho. Uno de estos caminos, quizá el más transitado, era el del río Parroso. Este camino era el más usado en los meses más calurosos del año, ya que discurría al amparo y la sombra que les proporcionaba la vegetación cercana al río.

Casi todos los habitantes de Villanueva del Río y Minas, y de los pueblos limítrofes que alguna vez han estado en ese lugar paradisíaco como son las Palmeras del Río Parroso habrán podido ver cómo existe en su orilla derecha una fuente de agua potable conocida por el nombre de “La Peregrina”. Lo que la mayoría de las personas ignoran es la causa por lo que así es denominada. Los motivos son varios y confusos, uno de ellos es el siguiente, cuyos hechos ocurrieron hace varios siglos.

La noticia escrita más antigua que conozco de la zona es que en la cima del Cerro de la Encarnación existía en el año 1639 un Santuario dedicado a Ntra. Sra. Del Monte Horcaz y que el prior que mandaba en todos los monjes que allí habitaban se llamaba D. Ignacio Delgado y Ayala.

Algunos cuentan que el Cerro era un lugar donde la justicia de entonces ahorcaba a los condenados a muerte, y que éstos recibían asistencia espiritual antes de morir en la Ermita de Ntra. Sra. De Monte Horcaz, y que dicho nombre se deriva de Monte de la Horca.

Parece ser que uno de estos condenados injustamente por la Inquisición era un joven de familia humilde, llamado Pedro y natural del pueblo de Alcolea del Río; al que un influyente terrateniente, al ver que la mujer que él quería estaba enamorada del joven, por celos y buscando falsos testigos, lo acusó de haber cometido sacrilegio, robando el cáliz de la Parroquia del pueblo y destrozando las sagradas formas. Por ello, fue condenado y conducido para ser ahorcado al Cerro de Monte Horcaz, donde estaría unos días en capilla, hasta la hora de ser ejecutado.

Cuando la madre de Pedro supo lo que le había sucedido a su hijo, la buena mujer hizo la promesa a Ntra. Sra. De Monte Horcaz de ir caminando de rodillas desde su casa hasta su Ermita en el Cerro para pedirle que salvara a su hijo de la muerte. Y tal como lo prometió aquella madre así cumplió.

Al llegar el fatídico día en que el joven sería ajusticiado, la madre estaba destrozada más por el dolor de la posible pérdida de su hijo que por los que le producían las heridas de sus rodillas. Aquella madrugada la buena mujer, después que hubo escuchado misa en el interior de la Ermita, no quiso salir, pidiéndole a la Madre de Dios que salvara a su hijo.

En el exterior estaba todo preparado para la ejecución. El cielo presentaba un aspecto oscuro, todo cubierto de nubes grises. El joven Pedro, maniatado y acompañado por un monje fue conducido hacia el patíbulo, donde esperaba el verdugo con la cabeza cubierta por una capucha. Al pobre muchacho nadie lo quiso escuchar por mucho que gritara su inocencia. Seguidamente le vendaron los ojos, colocándole la soga al cuello con un nudo corredizo. Después, todo sucedió en cuestión de segundos. En el momento en que fueron a tensar la cuerda, para asombro de muchos, un rayo que surgió de entre las nubes con un estruendo ensordecedor, cortó la soga con su descarga eléctrica, liberando al reo y dejándolo ileso, mientras el verdugo quedaba inconsciente y tendido en el suelo.

Después de lo sucedido, todo el mundo pensó que todo aquello había pasado por intersección de la Virgen. Hubo quien comentó que incluso aquel mismo día y a la misma hora, la casa del terrateniente que acusó injustamente a Pedro, ardió por causa de un rayo.

El joven acusado fue puesto en seguida en libertad. Su madre, agradecida a Ntra. Sra. De la Encarnación, no quiso nunca alejarse del regazo de la Virgen y construyó una casita en la ladera del Cerro, cerca del Parroso donde existe una fuente de aguas potables y cristalinas, haciendo la promesa a la Virgen de dedicarse durante toda su vida a recoger dichas aguas en botijos para así dar de beber a todos los sedientos peregrinos que, como ella, habían recorrido los caminos para pedirle algún favor a la Virgen.

Por todo ello y en reconocimiento al sacrificio de una buena madre, la fuente desde entonces es conocida por el nombre de “La Peregrina”.

Han transcurrido varios siglos y solamente quedan ruinas en todo el Cerro de lo que allí hubo. Pero, a pesar de eso el agua benefactora de la Fuente de la Peregrina sigue saciando la sed de peregrinos y romeros, que todos los años acuden en la primavera desde toda la Comarca para venerar en estos parajes a una doncella que fue mártir por defender su fe en la Santísima Trinidad, y que un rayo castigó a su verdugo, fulminándolo. Los artilleros la eligieron su patrona y el pueblo de Villanueva del Río y Minas además de su Patrona, también madre, llevando la imagen de Santa Bárbara Bendita colgada siempre junto a sus corazones. >>

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